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sábado, agosto 05, 2006

Cuento cuentito cuento - Capítulo 5

Esas nubes no traían buenos augurios. Eran nubes negras, oscuras, como el destino que se les venía encima.
Aquella mañana fría y ventosa a Carlos le dolía la cabeza. Ya había salido de la enfermería pero aún quedaban algunos vestigios del accidente. Estaba apoyado en la proa del barco. Notó una mano en su espalda. Era Carla. Carla…

–Menudo día, ¿eh? –dijo mirándole a los ojos con una sonrisa sincera.
–Sí… –Carlos no apartó la vista por un momento del horizonte gris y de esas nubes de mal agüero…

Lentamente fue girando la cabeza hacia ella. La miró a los ojos. “Qué ojos tan bonitos tiene…” pensó. Se quedó embelesado mirándolos.
Cuántas cosas le gustaría decirle en aquel momento. Carla… Sí. Ya era hora de decírselo. No iba a estar toda la vida escondiéndose de sus propios sentimientos.

–Carla, yo… –le cogió de los hombros y fue acercando su cara a la faz de porcelana de Carla –…te amo –y se besaron.

Estaba amaneciendo.



– ¡Barco a estribor! –la voz del capitán les sobresaltó.

Carlos se apartó rápidamente de Carla y miró hacia aquella dirección. Vislumbró en la lontananza un barco que esgrimía una bandera pirata.

– ¡Preparaos para el abordaje!

A Carlos se le paró el corazón, y observó el temor reflejado en los ojos de Carla.

–No irás, ¿verdad? –el miedo y la desesperación empapaban estas palabras haciéndolas pesadas y tristes – ¿Verdad que no?

Carlos apartó la mirada de los ojos de Carla. No podía verlos. Clavó la mirada en un punto indefinido del horizonte.
–Tengo… que ir –su voz sonó grave y carente de emoción alguna.

El barco pirata cada vez se acercaba más.

– ¡Preparaos para el abordaje! ¡Todos a sus puestos!
– ¡Eh, tú! –alguien tocó a Carlos por detrás. Éste se giró y el rudo marinero le dio una espada. –Vete a tu puesto –y se marchó sin decir más.

Carlos se quedó mudo con el arma en las manos mirando a Carla. Vio una lágrima caer por su mejilla.

–Vete… –le costó mucho pronunciar estas palabras mezcladas con sollozos apagados –Tienes que irte…

Carlos se acercó a ella y se fundieron en un abrazo que sabía a amarga despedida.

–Prométeme que volverás.
–Volveré. Te lo prometo –se besaron.

Carla se fue a su camarote arrastrando un mar de tristeza tras ella. Mientras Carlos se dirigió a las bodegas del barco para ir con los demás. El barco estaba muy próximo ya.

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