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sábado, mayo 27, 2006

Cuento cuentito cuento - Capítulo 3

Poco después de haberse instalado en aquel mediocre camarote, con una diminuta ventana y una hamaca para dormir, se enteró de la existencia de una mujer a bordo, cosa muy extraña por aquellos tiempos debido a las supersticiones.

Mientras se hacían los últimos preparativos para emprender el viaje que les llevaría hasta América, Carlos se daba paseos por la cubierta. Le encantaba ver a los marineros trabajando. Carlos era un apasionado del mar y do los barcos, y todo lo que guarde relación con ellos.
En uno de sus paseos, poco antes de zarpar, los marineros murmuraban a su alrededor:

–Mujeres… –decían malhumorados –Lo único que hacen es estorbar…
–Traen malos augurios –decía un tuerto con un parche en el ojo –. Son portadoras de desgracias. Naufragaremos como no se vaya de aquí.

La mujer era una bella italiana llamada Carla. Tenía los cabellos oscuros como el azabache, un semblante triste y melancólico que reflejaba la nostalgia de su tierra. Su cara era dulce y hermosa como el rocío de la mañana sobre una flor, y su sonrisa era el despertar de la primavera.
Sí, era muy hermosa. A Carlos nunca se le olvidará el día en que la conoció.

Habían zarpado ya hace dos días, y todo marchaba viento en popa. Aquella mañana, Carlos paseaba pensativo por la cubierta, ensimismado en sus propios asuntos, sumergido en sus reflexiones. Mentalmente iba componiendo un poema sobre el mar. También era un buen escritor.
Mientras intentaba acabar de forma perfecta aquella estrofa, no se dio cuenta de que Carla venía de frente. Iba leyendo un libro no demasiado grueso sobre unos piratas pelirrojos procedentes del norte. Se chocaron, y por desgracia el libro fue a parar al océano, azul e infinito en el horizonte. Carla se llevó las manos a la boca mientras observaba cómo el libro se iba hundiendo en el agua.
“Qué bella…” pensó Carlos.

–Perdone, señorita…
Carla le miró sorprendida.
–Carla. Me llamo Carla.
–Cuánto lo siento, señorita Carla –qué nombre tan bonito… para una muchacha tan bonita…–. ¿De qué libro se trataba?
– ¿Cómo? –preguntó sorprendida –Eh… Trataba sobre unos piratas pelirrojos de tierras lejanas.
–Qué casualidad… –una sonrisa se asomó por sus labios –Creo que yo también tengo un ejemplar de ese libro. Si me lo permite, la llevaré a mi camarote.
–Oh, no es necesario, de verdad… –pero Carlos ya la había cogido del brazo y se dirigían hacia allí. ¿Quién sería ese hombre…?
–Me llamo Carlos –dijo como si le leyera el pensamiento – Carlos del Castillo.

Llegaron hasta el camarote, y mientras Carla miraba en el umbral de la puerta, Carlos fue mirando uno a uno el lomo de sus libros hasta que encontró el que debía regalarle a la bella italiana, sorprendida aún. De entre la pila de libros sacó uno idéntico al que acababa de zozobrar ante sus ojos.

–Aquí está.
–Gracias… –respondió sorprendida mientras cogía el libro.
–Es un placer, señorita –le besó la mano –Le deseo un feliz viaje.

Algo secreto había florecido en el corazón de Carlos aquel día.

2 comentarios:

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