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martes, enero 30, 2007

La Paz

Éste es un cuento que he escrito sobre la Paz. Leedlo y dejadme un comentario a ver qué os parece, por favor:



Desde tiempos inmemoriales existe una tradición entre las palomas. Una tradición antiquísima creada por los abuelos de los abuelos de las palomas que viven actualmente. La tradición del día de la Paz.
Todas las palomas de cualquier parte del mundo podían ir al Palomar, un lugar poblado por árboles muy antiguos de todo tipo cuya ubicación exacta se desconoce, para presentarse a la Prueba en la que se elegiría a la paloma que habría de dar la vuelta al mundo portando una ramita de olivo en su pico para comprobar que la paz seguía reinando en el mundo. De no ser así, las palomas arrojarían su rama de olivo para avisar a los hombres de que debían acabar con la guerra. El único impedimento que existía para participar en la Prueba era que el plumaje de las candidatas tenía que ser completamente blanco.
El jurado lo componían los tres Sabios, tres ancianos palomos de color gris que gobernaban en el Palomar: Volador, el más viejo y veterano de todos, que poseía una gran sabiduría y experiencia, puesto que cuando era joven había sido el Elegido para dar la vuelta al mundo en numerosas ocasiones; los otros dos miembros se llamaban Veloz y Rayo, y de su pasado nada se conocía.
Las palomas que pretendían presentarse a la Prueba entrenaban durante todo el año para ser las Elegidas y dar la vuelta al mundo. Pero existía algo para lo que no existía entrenamiento posible: las horribles imágenes de guerra que presenciarían en su viaje. Durante los últimos años las guerras eran cada vez más atroces, y no todas las palomas sobrevivían… Algunas morían en el intento, aterradas por las escenas que presenciaban. Por ello, cada vez menos palomas acudían al Palomar. Tenían miedo… Miedo a la guerra.
Pero aquel año, las guerras habían sido más cruentas que los otros años, y las palomas lo sabían.

Llegó el día de la Prueba. Los Sabios aguardaban la llegada de algún aspirante posados en la rama de un robusto y frondoso árbol que se encontraba en el centro del Palomar, aunque ninguno tenía la esperanza de que llegara nadie. Los tres charlaban sobre sus antepasados, sobre los viejos tiempos en los que no había tantas guerras, y Volador fardaba de las veces que había dado la vuelta al mundo. En su interior pensaban con cierto temor en que aquél podría ser el primer año en el que se rompería la tradición…
Pero no fue así. Cerca del mediodía llegó alguien al Palomar. Una paloma blanca con una pequeña mancha grisácea en la cola, muy segura de sí misma y que había entrenado durante todo el año para ser la Elegida rompía la monotonía del azul del cielo mientras se acercaba volando. Se llamaba Paloma.
Los tres Sabios se sorprendieron al verla aparecer. Se separaron un poco los unos de los otros y esperaron serios y firmes a que la recién llegada se posase en una rama del árbol destinado a los aspirantes.
– ¿Soy la primera? –preguntó jadeando Paloma mientras se posaba en una rama haciendo que cayeran unas cuantas hojas.
– Y parece que la última –comentó Veloz.
– Bienvenida a la Prueba –empezó a hablar muy serio Volador –, una tradición antiquísima que hoy ha estado a punto de romperse… Puede presentarse si lo desea.
– Bueno, yo… Me llamo Paloma, y he venido desde muy lejos porque… me gustaría hacer que la Paz reine de nuevo en el mundo.
– Como ve, superar la Prueba le va a resultar bastante sencillo… Pero... usted no es completamente blanca –observó Rayo –. ¿Puede darse un momento la vuelta, por favor? –Paloma obedeció –Tiene una mancha gris, ahí, en la cola…
– Pero es la única que tenemos así que… –Volador suspiró largamente y, como si le costara trabajo hacerlo, dijo –Admitida. Usted es la… Elegida.
Paloma no pudo contener su euforia. Gritó de alegría y ascendió rápidamente hasta el cielo para descender unos segundos más tarde. Abrazó a los estupefactos miembros del jurado, les agradeció el haberla elegido y se marchó.
Los Sabios no quedaron demasiado satisfechos…

Llegó el día de la Paz. Paloma acudió al Palomar a recoger la ramita de olivo que tendría que llevar en el pico. Allí los Sabios ya la estaban esperando.
– Buenos días, Paloma –saludó Volador –. ¿Está usted lista?
– ¡Por supuesto! –respondió ella llena de ánimo.
– Aquí tiene –Volador le entregó la ramita que ella se puso enseguida en el pico –. ¡Mucha suerte! –“La necesitará”, pensó.
– ¡Allá voy!
Acabadas estas palabras Paloma echó a volar, dispuesta a cumplir su misión. No tenía miedo. No sentía pánico. Sólo pensaba en su objetivo: traer la Paz. Paloma iba mirando hacia abajo para ver, semitapado por las nubes, un campo, una ciudad, un bosque, todo un océano… Pero hubo un momento en el que empezó a ver algo completamente diferente: veía fuego, destrucción, caos, muerte… Era la guerra. La primera vez que veía algo así… No se había entrenado para eso. El batir animado de sus alas se ralentizó de súbito, y a medida que iba avanzando se sentía más cansada, sin fuerzas… “Por la Paz… Has de seguir… por la Paz…”, pensaba.
En una última ola de esperanza, arrojó la ramita de olivo al vacío, con la vaga esperanza de que pasaría algo, pero la vio desaparecer entre las llamas que salían de un coche destrozado.
No podía mirar más. Decidió dar la vuelta… Volver al Palomar… Pedir ayuda a los Sabios…

Que hubiese llegado viva al Palomar había sido un milagro. Tanta guerra casi había acabado con ella. Cuando los Sabios la vieron llegar volando sin energías, volaron raudos hacia ella. Antes de perder el conocimiento, Paloma murmuró:
– Tengo la solución…
Cuando Paloma despertó vio las tres cabezas de los Sabios inclinadas sobre ella. Aún estaba en el Palomar. Al verla abrir los ojos, Rayo murmuró:
– Un milagro…
Paloma se levantó de golpe y preguntó:
– ¿Dónde está el olivo del que sacan las ramitas cada año?
Los Sabios, a pesar de no entender, se lo dijeron.
–Tenéis que construir una bolsa grande que me pueda colgar –gritó Paloma ya desde lejos mientras se dirigía al Olivo.
– Pero, ¿cómo? –preguntó Veloz.
– Con hojas, ramas, ¡lo que sea!
– Vamos, manos a la obra –apremió Volador. Presentía que esa paloma iba a hacer algo grande…
Paloma arrancó muchísimas ramas pequeñas del Olivo, un árbol muy anciano con el tronco muy nudoso y que tenía una parte marchita a causa de la guerra. Hizo un montón con todas ellas y volvió con los Sabios para ver cómo iban con la bolsa.
– Esto es todo lo que tenemos –dijeron los tres mostrando una bolsa hecha con muchas ramas entrelazadas como si fuera mimbre y con tres ramas largas enrolladas a modo de asa.
– Servirá –aprobó Paloma. Se la llevó y metió en ella todas las ramitas del montón que cabían y se colocó varias en el pico.
Sin decir nada, porque no podía, Paloma se despidió levantando un ala y se fue volando.

– ¡Suerte…! –gritaron Volador y Rayo.
– Está loca… –murmuró Veloz.
Los otros dos le miraron escépticos.
– Devolverá la Paz al mundo… La Paz que tanto necesita…

Paloma volaba con fuerza. Pensaba en la Paz. Traería la Paz al mundo… Tenía que hacerlo, si no… ¿Qué sería de él?
Pasó por la primera ciudad y dejó caer una ramita de olivo de su pico. Y así lo hizo en cada ciudad, en cada pueblo, en cada país… Arrojaba una ramita de olivo para que el mundo recordase lo que era la Paz, que recapacitara…
Cuando se le acabaron las ramas, tiró la bolsa y regresó al Palomar, donde los Sabios la esperaban ansiosos. Estaba muy satisfecha de sí misma, pero se sentía exhausta… Allí llegó y ni siquiera aterrizó; se empotró contra el suelo. Los veteranos palomos se acercaron a ella.
– He traído… la… Paz… –musitó con voz débil.
Y así, los tres Sabios contemplaron cómo Paloma moría a causa del ingente esfuerzo que había realizado. Ninguno pudo contener las lágrimas de tristeza.
La enterraron junto al Olivo. No dijeron a nadie nada de lo ocurrido.

En los años posteriores se pudo comprobar que la muerte de Paloma no había sido en vano. Las guerras eran cada vez más tenues hasta quedar reducidas a la nada, y la Paz volvía a reinar en el mundo. Los hombres habían recapacitado.
La Prueba volvió a ser lo que era. Cuando las palomas se dieron cuenta de que el mundo era cada vez más pacífico, volvieron a presentarse al Palomar año tras año.
El recuerdo que había dejado Paloma en la mente de los Sabios fue imborrable, y así siguió hasta el fin de sus días.
Ya no había guerra, la Paz había regresado y comenzaban de nuevo los buenos tiempos.

-Fin-


¡Feliz día de la Paz!

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